Cuenta la leyenda que por aquel entonces, cuando la ciudad griega fue fundada sus habitantes no lograban ponerse de acuerdo respecto al nombre que deberían de ponerle a la ciudad, Poseidón, dios de los mares y
hermano de Zeus, codiciaba los reinos terrenales, por ello reclamó la posesión
del lugar y clavando su tridente sobre la tierra hizo brotar un pozo
de agua salada como regalo a sus habitantes, sin embargo, más tarde llegó Atenea a la ciudad y la tomó de manera
pacífica llamando como testigo a Cécrope, primer rey de Atenas. Atenea hizo
brotar un olivo junto al pozo que había generado Poseidón y este enfurecido reto
a la diosa, Zeus se interpuso y ordenó la formación de un tribunal divino para
decidir a quién de los dos dioses debía estar consagrada la ciudad.
Así pues,
el tribunal formado por las divinidades del Olimpo tras escuchar el testimonio
de Cécrope, decidió posicionarse de lado de Atenea. Determinaron que era ella
quien tenía el derecho a poseer esa tierra porque había otorgado a la ciudad el
mejor regalo: el primer olivo. Desde entonces la ciudad adoptó el nombre de
Atenas y el olivo plantando por Atenea fue venerado durante siglos en la
Acrópolis simbolizando la victoria.
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